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Título: El fin de una época. Sobre el oficio de contar las cosas.
Autor: Iñaki Gabilondo
Editorial: Barril & Barral
Primera edición: Septiembre de 2011, Barcelona
Número de páginas: 174
Idioma: Castellano
Precio: 8,95 €
Iñaki Gabilondo escribe «El fin de una época» para reflexionar sobre los cambios que ha vivido la profesión desde que entró en la radio con tan sólo 21 años. A través de las 174 páginas medita sobre la realidad de la profesión, por qué los ciudadanos cada vez se ven más separados de los medios de comunicación, qué es lo que se ha hecho mal para que él se sienta decepcionado y desilusionado.
A través de sus palabras también trata de recetar las píldoras necesarias para sanar al enfermo. ¿Qué es lo que le hace falta para conseguir estar al lado de los ciudadanos? Entre otras muchas razones, sobresale la crítica a la falta de ética de los profesionales, que se han puesto de parte del poder, en lugar de los ciudadanos. La búsqueda de la máxima rentabilidad por encima de los valores, todo bajo la bandera de la «libertad de expresión».
Iñaki Gabilondo es un reconocido periodista en España, y con «El fin de una época» ha querido plasmar toda su opinión acerca de cómo ve la profesión en la actualidad, y qué es lo que cree que ha cambiado desde que empezó en 1963.
Pese a no haber vivido la misma época del periodismo que Gabilondo, coincido en toda y cada una de las exposiciones del periodista. Salvo en una cosa, que sea difícil revertir la situación.
El periodista cree que se están perdiendo los valores por una razón: el dinero. Ahora, lo primero que se hace es mirar las audiencias. No se tiene en cuenta qué es lo que le beneficia al espectador/lector/oyente. Gabilondo opina que en la actualidad reina el espectáculo, hasta en los telediarios, donde tratan de enganchar a los espectadores que vienen de ver un programa con esas características.
El periodista pone énfasis en la formación de la calle. No cree que al profesional de la comunicación se le tenga que medir por sus notas académicas ni por sus máster, sino que tiene que salir a la calle, conocer qué es lo que pasa en el barrio, en los juzgados, en el hospital, la iglesia. Empaparse de lo que pasa a su alrededor, abrir la mente, estar preparado para cambiar de opinión. Gabilondo sostiene que la voluntad, la tenacidad, el trabajo, el afán de aprender, el intento de mejorar, la humildad para reconocer el error y la integración en equipo son las cualidad capitales.
Gabilondo critica el periodismo actual porque «busca la máxima rentabilidad de cada actividad hasta el punto de afectar el propio ejercicio del periodismo». Llega incluso a decir que se está modificando la ética profesional de algunos periodistas que se entregan a estos objetivos.
En el libro destaca la labor de Manu Leguineche y Evaristo Canete. Profesionales que alaba por su trabajo de reporteros en diferentes guerras. Y es que, Gabilondo cree que los enviados especiales engrandecen a los medios, pero ya no sobreviven aquéllos que se lo puedan permitir.
Por encima de todo, subraya la necesidad de que exista la gente. Personas que no sean individualistas, que tengan preocupación por el prójimo, para que el periodismo pueda resistir en el tiempo.
Por último, reproduzco un fragmento del libro, en el que expresa cómo se siente ante la situación que está viviendo: «Como expliqué en mi despedida televisiva, me he sentido decepcionado, desanimado, me he sentido incluso escéptico; pero no me rindo. Sigo siendo uno de los nuestros. Sigo perteneciendo a quienes compartimos una misma concepción del periodismo, de la política, de la vida en fin. Sin duda, me siento desengañado, herido, con las ilusiones marchitadas y los sueños apolillados, pero no tengo intención de rendirme ni de abandonar mis ideales. Lo que suceda en mi futuro profesional, (…) jamás se adecuará a la lógica interna que subyace en muchos de estos juegos, pues yo pienso morirme siendo uno de los nuestros».
«Es necesario que se quede alguien de guardia en nombre de la sociedad para explicar cómo se porta el poder y para vigilar que no abuse de nosotros aprovechando que estamos distraídos contándonos la vida del otro», pág 27.
«No sirve la prepotencia de preguntar: ¿Dónde pone que es delito?. Uno debe llegar hasta donde haya decidido colocar la raya que la detiene», pág 45.
«Lo que permite a un periodista sobrevivir en el mundo de hoy no es aprender muchas lenguas, sino conocer cuáles son los distintos idiomas de la sensibilidad de la vida», pág 59.
«Pedro J. Ramírez hubiera podido ser el mejor periodista del país si se hubiera dedicado a este oficio, pero se ha dedicado a otro: al oficio de querer mandar sin presentarse a las elecciones», pág 77.
«Siempre he preferido tener un poco menos de información y en cambio un poco más de independencia que un poco más de información y un poco menos de libertad», pág 81.